Pero yo me atrevo a lanzar un mensaje de optimismo: Señores, siempre nos quedará la literatura. Los escritores no son derrotados por sus colegas alemanes (Vargas Llosa humillado, por ejemplo,
por Günter Grass), ni hay posibilidad de perder una copa (unos objetos de dudoso metal, vacíos por otra parte, que se entregan a los campeones del deporte) y hasta puede haber mujeres en las altas esferas de la literatura (estoy pensando en la española Ana María Matute, en la canadiense Margaret Atwood o en la alemana Christa Wolf), cosa que no ocurre en las categorías superiores del fútbol, donde hay que tener ciertas hormonas y conductos espermáticos para poder participar.
Siempre nos quedará la literatura, repito. Perfecta como un huevo, rica como un jamón, valiosa como un diamante. Siempre nos quedará la belleza de la literatura, su afán expresivo, su riqueza emocional, su valor intrínseco. El Borussia-Dortmund no puede venir y ningunear el valor poético de José Manuel Caballero Bonald, su riqueza lingüística, su fina ironía, su perfección formal.
Desengáñense: el fútbol es también derrota; la literatura sólo triunfo, gozo triunfante.
Frente a la calamidad deportiva o una derrota puntual, siempre nos quedará Caballero Bonald.
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