jueves, 23 de diciembre de 2010

Galgos o podencos


Qué más da si son galgos o podencos, si se han dopado o no. Yo comprendo, hasta cierto punto, a quienes ingieren, se inyectan o esnifan cualquier sustancia que les ayude a estar en un podio en el que caben, como mucho, tres personas: es el ser o no ser del deporte.Una actividad que expulsa hacia la mariginalidad, es decir, hacia la no existencia a quien no triunfa, a quien no pisa esos tres ridículos peldaños. Y esos productos dopantes están ahí: una industria farmacológica los produce y aviesos profesionales se las agencian para hacerlos llegar a quienes los necesitan; necesitan esos rendimientos extraordinarios. Unos rendimientos cada vez más difíciles de alcanzar para esta feble máquina humana llamada cuerpo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Calzado no deportivo


Como saben mis aguerridos lectores (una docena a ambos lados del Atlántico) de vez en cuando voy a darme un paseo a la playa. Me gusta, es cierto, ir a contracorriente pero también lo he hecho este puente, como otros tantos paseantes. Ahora bien, contemplo con regocijo cómo soy la única que no va uniformada según dicta la industria deportiva (chándal, sudadera, zapatilla deportiva, calzón corto). Tampoco es cierto, llevo mis botas de tacón (como las de la foto), pero unos mocasines hacen el mismo avío que cualquier otro calzado plano.
Tan sólo, observo, una madre con dos criaturas con la que me cruzo, no lleva tampoco calzado deportivo. Las madres, esas mujeres sacrificadas, esas "servidoras de la especie" como las llamó Simone de Beauvoir. La maternidad, a lo que se ve, es un deporte absorbente y no deja tiempo para otras zarandajas.