
Viva la literatura. Viva esta niña eterna, perdida, muchísimo tiempo después, en halagos oficiales y honores de estado, pero niña siempre, cuentista siempre, andando por los hilos sólidos de los renglones, mirando las nubes y sin caerse, sutil equilibrio del que camina sobre palabras...
Enhorabuena, Ana María Matute. (También Cervantes se hubiera merecido el premio Ana María Matute).
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